jueves, 2 de enero de 2020
A mi única fan
Bajé del auto en la dirección que me habías indicado. "Creo que llegué" te escribí, mientras admiraba el vecindario. Para alguien como yo, es muy fácil distraerse mirando los árboles iluminados por luces navideñas.
De repente te ví,a unos metros de distancia, de espaldas frente a la puerta de tu apartamento. Me buscabas con la mirada, apuntando hacia la dirección equivocada, de la misma forma que otras veces yo te había buscado y recordé aquel día cuando entre miles de personas, nos miramos a los ojos por casualidad. Aquel día en que la vida me susurró "voltea" y alcancé a presenciar el momento en que levantabas tus ojos hacia mi dirección. Extraña casualidad encontrarnos en medio de un festival.
-¡Hey! - grité mientras me dirigía hacia tí.
Giraste tu cuerpo con la mayor gracia que te permite tu torpeza y de un brinco te pusiste frente a mí. Me abrazaste con fuerza y contigo entre mis brazos yo sentí que la noche hacía una pausa y las luces de los árboles atenuaban su brillo. El olor de tu cabello me trajo recuerdos de noches distantes de un invierno inocente, lleno de pasión y sueños que no se cumplieron. Toqué tu espalda para salir del trance, pero no te apartaste, te mantuviste firme con los brazos alrededor de mi cuello y no tuve más opción que disfrutar el abrazo.
-Hueles muy rico. - Me dijiste sin soltarme. La verdad es que me retoqué el perfume antes de salir, esperando que lo notaras.
-Gracias. - Dije ocultando una sonrisa que simbolizaba un "lo sabía".
Nos liberamos y caminamos hacia la esquina.
-¿Ya sabes dónde iremos a cenar? - pregunté.
Mencionaste un par de opciones, esperando que yo tomara la decisión. Elegí la que sonaba más lejana, queriendo pasar más tiempo contigo. Nos pusimos en marcha e inicié una conversación que rompía el silencio de manera poco elegante, pensé que cualquier cosa era buena para conectar contigo. Con cada paso,el frío de la noche iba penetrando poco a poco entre mi ropa. La chamarra que elegí no era suficiente para la baja temperatura de la ciudad y me di cuenta de este error cuando empecé a pensar que ya quería llegar al bar.
Paradójicamente, disfrutaba la tortura de ir temblando a tu lado, tanto que al llegar lancé un suspiro de alivio y decepción. De caminar a tu lado pasé a sentarme frente a tí, en una mesa compartida donde rápidamente elegimos un extremo para hacerlo nuestro. Y así estábamos, entre una pared y asientos vacíos construimos la muralla que protegía nuestra pequeña cena privada de cualquier desconocido que intentara integrarse.
Dos cervezas me tardé en platicarte nuestro pasado, recordando los dulces momentos que nos hizo vivir el amor juvenil. Si lo hubieran permitido, podría haberme quedado mirándote hasta la madrugada, pero el mesero insistía en que el lugar estaba por cerrar. Nos desalojaron cerca de medianoche y nuevamente en la intemperie el frío volvió a importunarme. Me viste temblando y por lástima o solidaridad te compadeciste de mí.
-Tienes mucho frío. - Dijiste.
Sujetaste mi brazo izquierdo y te acurrucaste a mi costado, queriendo apartar el frío tu calidez llegó hasta mi corazón y aunque aún temblaba, caminé pensando que en ese momento, en una ciudad llena de hombres afortunados, yo era el más afortunado de todos.
Llegamos a tu casa y me ofreciste pasar. "Para que no esperes el uber en el frío" fue tu justificación. Nos colocamos frente a la chimenea, la cual es un calentador eléctrico con un decorado bastante llamativo, y me hipnotizaron las múltiples luces que parpadeaban simulando un fuego que no desprende calor. Me pareció bastante elegante y coloqué mis manos cerca de las tuyas para recibir la calefacción.
-Mira, mis manos ya están calientes. - Dijiste, al tiempo que con ambas sujetaste mi rostro y giraste mi cabeza para quedar frente a frente.
Ante el gesto, mi corazón dio un vuelco, e inmediato me gritó que te diera un beso; pero siempre he sido un hombre racional y mi consciencia puso un alto a mi impulso.
-Las mías también. - Te dije mientras sujetaba tus manos y las apartaba suavemente de mi rostro.
Me ofreciste un trago, el cual rechacé y te pedí solo un vaso con agua. Mientras estabas en la cocina divisé tu librero y caminé a mirarlo por genuino interés. Una colección interesante, llena de varios libros que, si debo ser honesto, desconozco tatalmente. Al entregarme el agua mencionaste que tenías más libros en tu habitación. Esta exclamación me tomó por sorpresa y estuve a punto de desarmarme cuando con un gesto me invitaste a entrar. Tentado, con el corazón acelerado, accedí por mera curiosidad.
Fingiendo tranquilidad entré hasta tu librero y sin poder concentrarme, me descubrí pensando si sería prudente sentarme en tu cama. Despejé esta idea y ante estos impulsos del corazón, de nuevo mi mente racional me obligó a detenerme.
-Te dejo el vaso en la cocina. -Dije y con esa excusa abandoné tu habitación.
Deposité el vaso en el fregadero y en la oscuridad me froté los ojos, tratando de convencerme de que mi actuar fue el mejor. Lentamente caminé a tu sala y aún inseguro me tumbé en tu sillón. Te sentaste a mi lado y platicamos un poco más. Me sorprendí cuando en medio de la plática me preguntaste por este viejo blog. La memoria es poderosa cuando es potenciada por el corazón y pude recordar la dirección. Después de unos minutos miré mi reloj y me convencí de que lo mejor era irme, tenía miedo de mirarte una vez más a los ojos y querer besarte.
-¿Cuándo volverás? - Me preguntaste al despedirnos.
-No lo sé, no tengo fecha. - Contesté.
Me despedí con un abrazo que espero nos dure hasta nuestro próximo encuentro. Mientras iba camino al hotel, no podía dejar de pensar en lo que hubiera pasado si me hubiera quedado un poco más, supongo que lo mejor era no saberlo.
Escribí esta entrada tan pronto llegué al hotel, pero no me atreví a publicarla. Hoy lo hago simplemente para que sepas cómo me sentí cuando estuve a tu lado. Recuerda que te quiero, recuérdalo cada vez que leas estas líneas, pues mi cariño por tí, es tan permanente como estas letras.
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